En 1932, Robert Ervin Howard ya era un escritor pulp afamado, pero fue en febrero de ese año cuando, sin saberlo, marcó un antes y un después en la ficción y el entretenimiento. Fue cuando la revista Weird Tales publicó el primer relato de Conan, titulado El fénix en la espada.
Al ver que tenía algo grande entre manos, y con el objetivo de crear un mundo coherente y verosímil para el cimmerio, escribió el pequeño ensayo La Edad Hiboria, en el que describió el inicio y el fin de una era ficticiamente situada en un remoto e hipotético pasado de las actuales civilizaciones humanas. Los pueblos, naciones y civilizaciones que Howard nombra en este texto, así como en los relatos de Conan originales, son en la mayor parte pueblos y naciones antepasados de las civilizaciones actuales. Para establecer un lazo entre su recreación mítica del pasado y la actualidad Howard rebautizó pueblos de la Antigüedad con nombres diferentes aunque similares. Por ejemplo, según Howard, los brithunios originaron los brithones o bretones que los romanos combatieron en Britania. El escritor también utiliza toponímia actual o histórica, como por ejemplo Zamora, pero sin ninguna relación con ninguna de las ciudades reales llamadas así, pues Howard no hace más que tomar prestado este nombre dado a diferentes ciudades reales para bautizar un reino ficticio. Es, pues, muy importante tener siempre en cuenta que el pasado descrito por Howard no es otra cosa que la recreación ficticia de una edad olvidada. Para que su universo de ficción tuviera una mayor credibilidad, Howard inventó una serie de textos ficticios cuyos fragmentos habrían sobrevivido desde un remoto pasado legendario. Algo similar a lo que hizo Tolkien en su obra. Ejemplos de tales textos, en el universo de ficción de Howard, son las Crónicas nemedias o El libro de Skelos, pero naturalmente Howard nunca los escribió enteros, se limitó a escribir los fragmentos que intervenían en sus relatos. Howard no solo redactó el ensayo La Edad Hiboria sino que dibujó mapas relativamente precisos de, como mínimo, el cuadrante noroeste del continente hiborio, basándose en las zonas geográficas que más tarde, según el curso histórico ficticio de una serie de cataclismos, iban a convertirse en el así llamado «viejo mundo».
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Enero 2025
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